Raul Gomez-Velasquez , Canadá
26 Abril 2020

La pandemia del Covid-19 ha sido tan disruptiva que ha cambiado la forma en que vivimos la vida, cómo interactuamos entre nosotros, como trabajamos y cómo hacemos negocios, y creo que nada volverá a ser igual una vez que logremos controlarla. Gobiernos de muchos países han dispuesto normas sobre el distanciamiento social para frenar la propagación del virus. Algunas instituciones financieras han acelerado sus procesos de transformación digital, otras han priorizado sus canales alternativos, como son sus soluciones digitales y red de agentes corresponsales, con el fin de garantizar que sus clientes y no clientes tengan acceso seguro para realizar sus transacciones financieras, disminuyendo así los desplazamientos de los usuarios (sobre todo pobladores de zonas rurales) hacia centros urbanos donde hay mayor densidad poblacional, y por ende mayores riesgos de contraer y expandir el virus.

Por otro lado, sabemos que gran parte de la población adulta en la región de América Latina carece de acceso a servicios financieros a través de canales formales, especialmente entre la población de bajos ingresos. Además, la brecha de género persiste, impidiendo la plena participación de las mujeres en la economía. Entre las principales causas de este hecho destacan el escaso grado de tecnificación, restricciones de inversión, los altos márgenes de intermediación, que encarecen la oferta financiera y hacen inviable la prestación de servicios a la población geográficamente dispersa (mayormente que habita en zonas rurales). Sin embargo, múltiples experiencias exitosas en la región nos confirman que el despliegue del modelo de agentes corresponsales, que funcionan dentro de farmacias, bodegas, librerías, ferreterías, lavanderías, y otros negocios pequeños que permiten tanto a clientes como a no clientes de las instituciones financieras realizar una serie de transacciones financieras, ha mostrado una expansión a un ritmo acelerado y ha contribuido en gran medida a la inclusión financiera al permitir ampliar la cobertura de las entidades financieras, introduciendo una nueva gama de productos y servicios accesibles, especialmente en zonas rurales y apartadas, contando incluso con horarios mucho más convenientes de atención.

Pese a que cada país en la región posee características propias (marco regulatorio, desarrollo del sistema financiero, mercado de telefonía móvil, hábitos de consumo, cobertura de Internet, importancia de las remesas en la economía, etc.) que definen su ecosistema financiero, existen algunos rasgos compartidos que permiten describir de forma general el entorno de esta región.

Este nuevo entorno digital hará que las instituciones financieras se reinventen, se transformen hacia dentro, adopten un cambio cultural y piensen seriamente en su relación con sus clientes (el cliente es el actor principal en cualquier estrategia digital), esperándose lograr alto impacto en la productividad, precisión de la información recopilada y mejoras en la experiencia del cliente. Para ello, las instituciones financieras deben generar un ambiente interno para facilitar la implementación de una cultura digital en la cual se sustente la oferta de valor integral de sus productos y servicios.

Hoy muchos países en la región tienen el desafío de hacer llegar pagos masivos a la población en situación de vulnerabilidad. El actual momento por el que atraviesa la región en el tema de inclusión financiera, obligará también a los entes reguladores de los países a tener una mayor apertura a la oferta de nuevos canales alternativos con una visión diferente y menos tradicional de intermediación financiera, incluyendo la firma digital, desembolsos y cobranza en el campo en base a controles biométricos, aprobación remota de créditos, entre otros.

Mg. Raúl Gómez Velásquez
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